Hijo, razona un poco…

Resulta increíble como muchas veces los adolescentes y jóvenes reaccionan ante diversas situaciones. Muchas de esas veces les observamos preguntándonos ¿este niño no piensa?. Qué impotencia crea el mero hecho de ver que sus decisiones serían mejores si razonasen un poquito, solo un poquito más…

Sin embargo, nos olvidamos de algo aquí.

La neurociencia, dedicada durante años a investigar el cerebro y a relacionarlo con el comportamiento humano, nos dice que estos jóvenes no pueden razonar como esperamos que lo hagan. Su madurez cortical o cerebral no finaliza normalmente antes de los 22 años en el caso de las chicas o algo más tarde en el caso de los chicos. Es más, cada cerebro es diferente y hay casos en los que esta madurez cerebral no se da antes de los 30, e incluso 40.

Pero, ¿qué es eso de la madurez cerebral?

Hace referencia al desarrollo de la corteza prefrontal. Esa parte de nuestro cerebro responsable de razonar, de pensar críticamente o de la creatividad. Es, además, la encargada del aprendizaje, la responsabilidad, la tolerancia a la frustración o las habilidades sociales como la empatía (consideración por los sentimientos ajenos). Es la parte que nos diferencia de otros seres vivos.

Por tanto, no podemos exigir a los jóvenes o pedir tanto como muchas veces hacemos. Su «edad de la razón», así llamados los 18, solo representa la mayoría de edad oficial, no la madurez oficial. Sus comportamientos se asemejarán muchas veces a los de un niño, otras a los de un adulto. Hay que tener esto muy en cuenta.

¿Y cómo lo trato?

  • Con el ejemplo especialmente. Puede que en diversas situaciones imite el comportamiento de familiares o el de sus amigos debido a que no razona sobre él, solo lo toma como ejemplo. Ofrécele por esta razón el mejor ejemplo. Sé responsable de tu vida sin culpar a otros y aprenderá de ti. Sé considerado con sus sentimientos y los de las personas que te rodean y aprenderá de ti.
  • No lo compares. No me cansaré de decirlo, no podemos comparar a nuestros hijos o alumnos con otras personas porque todos ellos son como son, únicos y especiales. ¿Quieres más a un hijo que al otro? Seguramente no, seguramente les quieres y te relacionas con ellos de diferente manera. Esto es lo mismo. Además, recuerda que cuando él se siente comparado, no va a razonar porqué, solo va a sentirse atacado en primer lugar y desvalorado después.
  • No apeles a su edad. ¿Para qué? ¿Te sientes diferente el día previo que el posterior a tu cumpleaños? No. Te sientes como te sientes en cada momento y puede que ahora te sientas más vital que hace 10 años. Tu hijo no entiende de edades, sabe valorar aprendizajes o evolución «a toro pasado», pero no ahora. Con 18 no tiene porqué sentir más ganas de hacer su cama que con 18.
  • Valóralo y acompáñalo. Cuando tenemos una planta joven no podemos estirarla con el fin de que crezca más rápido, pero sí regalarla a diario y ofrecerle lo que pueda necesitar de nosotros. Sabe crecer sola. Todos hemos crecido solos, los demás solo han sido testigos de ello. Lo mejor que podemos hacer es acompañarles. No hay atajos. Valora lo positivo para que ancle una buena sensación a ese acto y toma tus decisiones cuando las situaciones lo requieran.

De verdad, olvida el «ya eres mayorcito», su edad y lo que esperas de él. Míralo con ojos de quien ve crecer a otra persona con ganas de disfrutar del camino, incluso cuando se haga un poco cuesta arriba. Como se dice, quiérele cuando menos lo merezca, porque será cuando más te necesite.

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