El bullying está haciendo estragos en las aulas. Como en la mayoría de sucesos traumáticos de nuestra vida, sin importar el grado, salir fortalecidos de una situación difícil puede resultar todo un reto. Sin embargo, no es imposible. Frente a la adversidad contamos también con un aumento en la conciencia y ayuda social.
¿Qué es realmente el bullying? Un acoso. Una insistencia o persistencia que resulta realmente dañina, molesta para otro. Lo sufren niños, adolescentes y adultos en sus trabajos (mobbing). Sé que a estas alturas todos estamos familiarizados con este término, sin embargo no tenemos ni idea de lo extendido que está. Lo peor no es eso. Me encantaría decir que este acoso no es consentido, pero lamentablemente sí lo es en muchos de los casos. Y es aquí donde reside el problema, en el desconocimiento. Desconocimiento de herramientas y recursos personales que deberíamos desarrollar desde los primeros años de vida con el objetivo de crecer psicológica y emocionalmente sanos. Es aquí donde quiero centrarme, puesto que lo que no valoramos es que el panorama actual nos da las pistas para asentar las bases de una educación diferente en el hogar y en el aula. Los problemas de bullying de hoy tienen su origen en el ayer. Hoy es el ayer del mañana, ACTUEMOS PARA EVITARLO.
Siempre existirán cuatro partes: el acosador, los cómplices, el acosado, la alianza educativa.
El acosador (bully): es el malo de la película. Es quien ejecuta ese acoso. Puede ser un acosador agresivo psicológico, maltratando a la víctima a través de insultos, burlas y palabras hirientes, o responder a un perfil agresivo físico, llegando a maltratar físicamente a la víctima usando su propia fuerza en empujones, patadas, puñetazos o similares. Necesita sentir que es quien domina la situación, sea de la forma que sea, y se alimenta del sufrimiento de su víctima y el respaldo de sus cómplices para sentirse bien (y cada vez mejor).
Hemos de tener en cuenta que el acosador es una víctima de un estado emocional que no sabe cubrir o gestionar. Esto no es una justificación, es empatía respecto a esta figura. No es necesario que el acosador venga de una familia problemática o situaciones difíciles, en ocasiones el mero hecho de no saber gestionar sus inseguridades personales le pueden hacer ver en el acoso una herramienta para ganar seguridad.
Nuestro ámbito de actuación: es fundamental poner límites y marcar las consecuencias para el acosador. El castigo por el castigo podrían no funcionar, y menos cuando lo considera insignificante respecto a lo que gana molestando al compañero. No se trata de no hacer nada, sino de pautar consecuencias (ayuda comunitaria, privación de aparatos tecnológicos pactada previamente…) a la vez que se trabajan las causas con una intervención personal. Por supuesto, siempre será más sencillo evitar que el acosador llegue a serlo, y por ello resulta crucial realizar ese trabajo personal desde la infancia.
Los cómplices: este perfil puede darse entre jóvenes que siguen alabando al acosador porque es su amigo de toda la vida o entre aquellos que simplemente sienten miedo de verse en el bando contrario. A veces imitan la conducta de su líder, pero no siempre tienen un papel activo. La diferencia está en que, personalmente, ellos no suelen ganar nada más allá de mantenerse en esa zona de seguridad. Cuando no comparten motivos con el acosador o las agresiones llegan a mayores, pueden llegar a sentir culpa y no saben cómo salir de la situación de cómplice.
Nuestro ámbito de actuación: en este caso debemos igualmente establecer unas consecuencias, sin embargo algo más light. Al no ser los principales implicados en el conflicto, resulta más sencillo trabajar personalmente con ellos, puesto que más que en lo personal nos centraremos en modificar lo conductual.
La víctima: quien recibe esas agresiones. Es posible que en determinados momentos trate de defenderse sin éxito, pues él también vive sus momentos «basta ya». De hecho, pueden perder la razón en ellos debido al cúmulo emocional. Suele aislarse y desarrollar desconfianza hacia su entorno, y el miedo con el tiempo puede transformarse en indiferencia, dejadez y depresión. Curiosamente la víctima es tan víctima de su falta de educación emocional como lo es su acosador, solo que en lugar de resolverla a través del enfado o la agresión, lo hace a través de la sumisión.
Nuestro ámbito de actuación: es un trabajo que lleva más tiempo, especialmente si se lleva a cabo al tiempo que el joven lo sufre. El entrenamiento emocional deberá estar centrado en la autoestima y en recuperar confianza en el entorno. (Desarrollaremos mejor este punto en el próximo post)
La alianza educativa de padres y educadores: desgraciadamente, a veces estos conflictos se dan sin que padres y profesores se den cuenta (o dentro de un tiempo esencial al menos). Por ello, el tiempo con los hijos y alumnos ha de estar enfocado no solo en hablar de tareas u obligaciones, sino también en percibir, hacer caso a la intuición y recurrir a herramientas que mejoren y faciliten la buena comunicación para que el joven, en caso de estar en alguno de los perfiles anteriores, sienta la suficiente confianza para contarlo, o al menos, para conocerles lo suficientemente bien como para reconocer conductas extrañas o inusuales.
Nuestro ámbito de actuación: siendo claros y basándonos en casos reales, hay centros educativos (muy pocos) que han pasado por alto estas situaciones llegando a negarlas. Esto es inadmisible especialmente cuando la posibilidad de mejora está a la vista. En el resto de situaciones, la educación emocional que trabaje las emociones, su gestión y las habilidades sociales como la empatía o el respeto debe estar a la orden del día en el aula y fuera de ella.
No es ya tan extraño hablar de educación emocional, disponemos de recursos online y offline para realizar prácticas, de gran cantidad de información, de grandes profesionales que nos puedan orientar. Poco a poco, la sociedad va comprendiendo que no estamos aquí para tener una gran cantidad de logros académicos, sino una gran calidad de vida que nos permita saber cómo sentirnos felices, tolerar frustraciones, comprendernos y comprender a otros. El bullying es otra bomba que estalla como una señal más de que algo no funciona. ACTUEMOS.