En una familia donde existen hijos siempre se hablará de responsabilidad. Si en otros contextos es importante, aquí jamás será menos. Especialmente cuando tenemos más de un hijo suele hablarse de “el más responsable de la casa”. Nos sentimos abrumados por lo diferentes que suelen ser entre ellos y lo mucho que nos gustaría que a uno se le «pegara» la responsabilidad del otro. ¿Cómo lo podemos conseguir?
Lamento decirte que hoy no te voy a dar una respuesta. No la tengo ni la he encontrado. Sin embargo, sí que quiero hablarte de la responsabilidad y el mal uso que hacemos de este concepto dentro del hogar.
En primer lugar, no resulta recomendable comparar a dos o más hermanos. Cuando nacieron, eras consciente como padre o madre de que no te iban a salir idénticos ni para las cosas que más te gustan ni para las que menos te gustan de ellos. Y precisamente, en la diversidad está la chispa. Puede que uno de tus hijos no te resulte tan “responsable” como el otro, pero sabrás reconocer rápidamente algo en él que te parece único: su cariño, su positivismo, su atención. En las diferencias residen los aprendizajes, la admiración, el crecimiento familiar. El popurrí de cualidades que sumáis entre todos es caldo de crecimiento conjunto. No estáis hechos para imitaros sino para complementaros.
Cuando comienzan las comparaciones se esparce el germen de la inseguridad. Se manifieste o no mediante enfados o depresión, es una semilla que antes o después afecta a la autoestima del joven. Para un progenitor es un simple “le comparo, se fijará más en su hermano y a ver si aprende”, pero para el subconsciente del hijo es un firme “tú no eres válido porque no eres de esta otra manera, no eres otra persona”. Esto no quiere decir que no podamos comunicarles a nuestros hijos aquellos comportamientos que creemos menos adecuados, pero sí que lo hagamos de otra forma y, por supuesto, evitando comparativas. ¿Puedes imaginar cómo sería para ti que cuando un comportamiento tuyo no gustara a tu pareja te comparase con un ex?
En segundo lugar, y aquí también hablamos de hijos únicos y personas adultas, hemos de replantearnos el significado de la palabra responsabilidad, ya que en entornos educativos tiende a confundirse con la obediencia. Decirle a un hijo que su hermano es más responsable porque ha llegado a una hora establecida es engañarlo, porque el hermano no ha sido más responsable sino más obediente. Una persona responsable es aquella que responde por sus actos, toma sus decisiones conscientemente y acepta las consecuencias. Si uno de ellos llega tarde, sabía y decidió que así iba a ser y acepta tu riña, castigo o las consecuencias es una persona responsable, lo que no ha sido es obediente.
¿Y qué es mejor? o ¿cómo plantearlo en casa? Simplemente decidid. Decidid si en el futuro os interesa que vuestros hijos sean responsables u obedientes. Una no es peor que la otra. Ni tampoco hay que elegir. No hablo de evitar límites, pues son absolutamente necesarios, sino de cuánto de importante es para ti como padre o madre que tu hijo tome decisiones y sepa responder por ellas y en cuántas cosas quieres que cumpla ciertos límites que tú necesitas o quieres plantear.
Las nuevas perspectivas amplían nuestro campo de posibilidades, y éstas, en la educación, son infinitas. Es muy positivo decidir como padre la forma en la que educar a los hijos. Únicamente, recuerda ser lo suficientemente responsable como para también actuar en consecuencia. Trabajad por ser vosotros los más responsables de la casa y transmitid ese valor mediante el ejemplo. ¿Lo harás?