Triste, pero cierto. Los adolescentes no quieren vivir. No te miento, mira a tu alrededor, ¿qué ves? ¿Ves atisbos de vida real, de emoción, de motivación, de ganas de comerse el mundo?
Nos encontramos ante una situación realmente devastadora. No sé si soy la única, pero a mí se me cae el alma a los pies. No puedo creer lo que veo. Hay desmotivación por todas partes, veo jóvenes que son esos futuros adultos de los cuales, según leí hace poco, solo el 7% van felices a trabajar. De hecho, no sé si esta generación llegará a ese 7%. Veo adolescentes cuya máxima preocupación es comprar likes en Instagram o vestir a la moda para los selfies diarios que puedan surgir. Veo algunos jóvenes completamente al margen de todo esto, mirando a aquellos que sí se han ganado al resto de la clase. Observo chavales cansados que madrugan sin saber para qué lo hacen, sin un propósito, que solo cumplen un porqué y no es suyo: «porque debes estudiar para ser alguien en la vida» que dicen por ahí (con su implícito «ahora no eres nadie», claro).
No podemos seguir engañándolos más, ni engañándonos a nosotros. Si solo estudiando llegasen a ser alguien en la vida, no habrían tasas tan elevadas de depresión entre la población adulta actual, ¿o solo están deprimidos aquellos que no estudiaron? Debemos ser honestos al igual que nos gusta que lo sean con nosotros. El mundo que hoy en día habitamos es su legado, ¿queremos que lo odien?
Lo mejor que podemos hacer es conseguir que amen su vida. ¡Mira! ¡Mira bien! Todo lo que podemos observar en ellos son movimientos y actos que les permiten buscar en este mundo algo que les motive. Necesitan aprobación en redes y en su entorno porque no se valoran, no se conocen, no saben quiénes son. Necesitan usar excesivamente la tecnología y la evasión porque no tienen ni idea de aburrirse, cuando es en el aburrimiento donde nace la creatividad. Les preocupa su imagen porque quieren ser vistos, se sienten invisibles.
No, ellos no quieren vivir porque no saben vivir, ¿les hemos enseñado acaso? ¿Les hemos contado por qué mientras les decimos que la familia es lo más importante a menudo la dejamos en segundo plano? Y si eso es lo más importante y recibe esa atención, el resto no tiene relevancia.
Aprovechemos las oportunidades no solo profesionales sino también educativas. Debemos exprimirlas. Debemos transmitir ganas de vida, esas ganas que entran de comerse el mundo a bocados gigantes sin dejar migas. Ganas de familia, de amistades, de curiosear, de reír a carcajadas, de disfrutar también el pijama y de aplaudir imperfecciones. Ansia de viajar, de aprender cosas nuevas por mero placer. Apetito intenso por crecer, y no ese crecimiento en altura o madurez, sino ese crecimiento que solo la realización personal y profesional consiguen. Apetito por aquel crecimiento que hace que te quieras dar a los demás por generosidad plena, porque tienes tanta felicidad dentro que solo quieres recordar al resto que el mejor like se lo da uno mismo.